Caballero, Caballero,
que paseas con arte y garbo tu sombrero,
sujetando en su cinta , plumas de colores
que se rizan cuando las agita el viento.
Caballero, Caballero,
caminante incansable siempre,
recorriendo montañas, valles y mares.
A tu paso ibas dejando gran nobleza
y una sonrisa a la gente regalando.
¿Qué te pasó?
¿dónde te quedaste?
¿acaso estabas cansado y te fuiste para siempre
volando con el aire...
tal vez buscando nuevos horizontes.
Dónde quieras que estés...
si puedes escucharme,
te digo con mucho cariño:
“Caballero, Caballero,
¡quien puede olvidarse de tus plumas de colores y tu sombrero!”
Fdo. Tu hija:
Antonia Caballero
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